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jueves, 25 de agosto de 2016

Los limpiaré de toda la maldad con que pecaron contra mí; perdonaré todos sus pecados con que pecaron y se rebelaron contra mí. Y esta ciudad me será motivo de regocijo, de alabanza y de gloria para todas las naciones de la tierra que oirán de todo el bien que yo les haré. Temerán y se estremecerán por todo el bien y por toda la paz que yo les haré." Así ha dicho Jehovah: "En este lugar del cual decís que está destruido, sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén (que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales), todavía se ha de escuchar la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de los que al traer sacrificios de acción de gracias a la casa de Jehovah, digan: 'Alabad a Jehovah de los Ejércitos, porque Jehovah es bueno; porque para siempre es su misericordia.' Porque restauraré de su cautividad a la tierra, como al principio", ha dicho Jehovah. Jeremías:33:8-11

Los limpiaré de toda la maldad con que pecaron contra mí; perdonaré todos sus pecados con que pecaron y se rebelaron contra mí. Y esta ciudad me será motivo de regocijo, de alabanza y de gloria para todas las naciones de la tierra que oirán de todo el bien que yo les haré. Temerán y se estremecerán por todo el bien y por toda la paz que yo les haré." Así ha dicho Jehovah: "En este lugar del cual decís que está destruido, sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén (que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales), todavía se ha de escuchar la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de los que al traer sacrificios de acción de gracias a la casa de Jehovah, digan: 'Alabad a Jehovah de los Ejércitos, porque Jehovah es bueno; porque para siempre es su misericordia.' Porque restauraré de su cautividad a la tierra, como al principio", ha dicho Jehovah.
Jeremías:33:8-11

miércoles, 29 de junio de 2011

CRISTO será tu refugio y también tú Consolador.



CRISTO será tu refugio y también tú Consolador.

Este día fue uno de esos en donde las experiencias vividas sin duda alguna marcaron mi conciencia y espíritu. Mucha gente que con el pasar de los años ya me conoce y cuando llego a sus casas me reciben con un manjar de sonrisas y comentarios dulces. Usted me entiende, esa clase de gente que sin mucho disimulo muestran su amor y aprecio. En verdad vivir esas experiencias me alienta a seguir mis caminatas por esta bendita isla. Pero, no siempre las noticias son alegres, en ocasiones nos rompen el corazón.

Les cuento que hace aproximadamente dos años estaba caminando una comunidad del pueblo de Santa Isabel . Allí conocí una joven mujer que me decía que su hermana menor había sido baleada por su esposo y que estaba en condición critica. Recuerdo que con ojos llorosos y desconsolada compartía conmigo el temor de que sus sobrinos (hijos de su hermana) fueran removidos del hogar por el departamento de la familia. Ya han pasado dos años desde la ultima vez que hablamos y me dio la mala noticia de que su hermana había quedado parapléjica y sus hijitos estaban en un hogar sustituto. Nadie en la familia tenía acceso a los niños y para colmo el Estado se opone a que los niños visiten a su madre para verle. Le pregunté por el padre de los niños y me comentó que había sido acecinado seis meses después de haber baleado a su hermana.

En fin, una historia de esas que parecen sacadas de las páginas de una tragedia griega. Traté de dar alguna palabra de aliento a esta pobre mujer entregándole una tablita que decía: Salmo 43:5 ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío.

Entonces, y espontáneamente se arrojó a llorar en mis brazos. Les digo que me impresiono tanto su dolor que casi también lloro. En ese instante solo pude decirle que llorase, que CRISTO desde hoy sería su refugio y Consolador.

Mateo 5:4
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

Por Serafín Alarcón
Diario de un Caminante
Santa Isabel, Puerto Rico - 9/14/2010

lunes, 25 de abril de 2011

sábado, 25 de diciembre de 2010

Estoy vendiendo alcapurrias

Eran casi la 1.00pm y estaba el sol en todo su apogeo. Como de costumbre estaba evangelizando en una urbanización de Ponce y cuando llame a una casa salio un muchacho. Le entregue una tablita y brevemente le hable de Cristo. El muchacho me dijo que no me fuera pues en la parte posterior de la casa había una iglesia y pronto se acabaría el culto.

-Deseo que conozcas a nuestro pastor y él vea lo que estas haciendo... Me dijo.

De modo que espere por varios minutos bajo aquel sol de Ponce, de pronto se abrió la puerta nuevamente y salió el pastor encorbatado, afanado y sobre todo agitado diciendo:

-¡Siervo, no te puedo atender ahora, estoy vendiendo alcapurrias a los hermanos de la iglesia!.

Entonces cerró la puerta sin decir otra palabra. ¿Pueden imaginar lo que pensé? Así están las cosas... Un pastor recibe la visita de alguien evangelizando y su respuesta es: “No te puedo atender porque estoy vendiendo alcapurrias”. ¿Tendría temor de que se le fueran los feligreses y no pudiera vender sus alcapurrias? ¿Estaría preocupado por la dieta de estos? ¿Seria que no habían desayunado y todos estaban hambrientos y deseosos de comerse una rica y grasosa alcapurria?
Solo el Señor lo sabe, solo se que aquella experiencia me dejo un mal sabor. En verdad sentí vergüenza ajena. Fue entonces cuando recordé:

Lucas 10
38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

por Serafín Alarcón